el ingrato merece que le quiten la gracia

 


 el ingrato merece que le quiten la gracia, y, de la ingratitud, cierra la puerta a la caridad y gratitud. Así, es un vicio indigno de los hombres. Ingrato fue Labán con Jacob, que habiendo recibido tantos bienes de Dios por su industria, le quitaba su jornal y se lo mudó diez veces. Faraón fue ingrato con José y su pueblo, porque habiendo recibido tanto bien de él, después vino a tratarlos tan mal. Ingrato fue el copero de Faraón con José, pues viéndose en su prosperidad, se olvidó del que le había anunciado su libertad. Ingrato fue Saúl con David, que habiendo recibido tanto bien de él, al haber vencido al filisteo, quiso tantas veces matarlo. Ingrato fue Joás en matar a Zacarías, hijo de Joiada, de quien tantos bienes había recibido. 

Y de ingratos notó Cristo con grande razón a los nueve leprosos que había sanado, y no volvieron a darle gracias. Pero, sobre toda ingratitud, fue la de los judíos, que mataron a Cristo, de quien tanta gloria, honra y provecho habían recibido con su doctrina, vida y milagros. Así les decía el Redentor: "Muchas buenas obras os he mostrado, ¿por cuál de ellas me queréis apedrear?"

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