Yo os adoro, sagrado Corazón de Jesús

 


Yo os adoro, sagrado Corazón de Jesús,

templo purísimo del eterno Padre,

verdadera morada de la Santísima

Trinidad, tesoro infinito de la divinidad; yo

os saludo, manantial vivo y vivificante de

vida eterna, origen y principio de toda

virtud: yo os bendigo y alabo, ¡oh riqueza

incomprensible y ardiente fragua del

divino amor! Vos sois en este adorable

Sacramento la fuente de toda consolación

y dulcedumbre; el asilo y descanso en

todas nuestras tribulaciones y angustias;

la saludy apoyo de los que en Vos

esperan; guía fiel y única felicidad de los

que de veras oS aman. Sed, pues, joh

Corazón divino!, de aquí en adelante el

lugar de mi reposo, el refugio seguro

donde halle guarida contra el furor de mis

enemigos. Halle yo en Vos perpetua

morada; y si alguna vez, saliéndome de

ella, me descarriase, llamadme luego al

punto hacia Vos, disparando a mi pecho

una flecha de ese fuego amorosísimo,

para que con el amable freno de tan dulce

herida jamás vuelva a separarme de Vos.

Pero, jay! ¡Cuántas veces me disteis

amorosa acogida en ese vuestro

amabilísimo Corazón, y yo, traidor, me salí

de él, huyendo lejos de Vos, olvidé

vuestras caricias y correspondí a vuestras

finezas con la más negra ingratitud! Así

es, lo confieso, dulce Jesús mío, mas

vedme aquí que vuelvo a Vos pesaroso y

arrepentido de mi enorme infidelidad,

protestando y confiando que he de vivir

siempre en Vos; que Vos seréis en

adelante la única regla de todas mis

acciones y pensamientos; y que jamás

tendré otra voluntad que la vuestra. ¿Me

negaréis, Corazón amabilísimo, esta

gracia? Yo la deseo ardientemente, y os es

muy fácil otorgármela. No la merezco, es

verdad; pero la merece y pide por mí

vuestra santísima Madre, y os la pide por

su Corazón purísimo, tan unido y

semejante al vuestro, por aquella espada

de dolor de que fue atravesado en vuestra

pasión, por aquel ardiente fuego que en él

encendisteis de amor tiernísimo para con

nosotros.

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