María, la mujer destinada a ser la esperanza del mundo y la contraposición de Eva, es anunciada en las Escrituras con símbolos y alegorías significativos.
San Bernardo la considera la digna ocupación del Señor a lo largo de los siglos. Dios, en su amoroso deseo, va bosquejando su imagen a través de figuras y descripciones a los profetas, representándola como un paraíso florido, un arca grandiosa, una escala misteriosa, un monte elevado y una zarza ardiente. Según el teólogo Suárez, todas las expresiones del Antiguo Testamento son profecías de María. Así, Dios quiere dar a conocer al mundo, no solo al Mesías, sino también a su Madre.
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