La increíble travesía de San Benito

 


San Benito Cuando atravesaba algunos bosques, o profundos valles, miraba si podría hallar la soledad y retiro que pretendía, y mientras más ásperos e incultos, le eran más agradables: pero no halló yermo tan apartado, tan escondidas selvas, y páramos tan estériles, que le satisfaciesen. Miraba Dios la constancia y ánimo de su siervo, y cuán determinado estaba a no elegir lugar para su habitación que no fuese asperísimo, segregado del comercio y trato de los hombres, y que careciese de todas las comodidades humanas, y así le tenía preparado uno en el cual se hallaban estas circunstancias, y propiedades entre las ciudades marítimas de Newport, y Dunkerque. Allí por espacio de cinco leguas, se extendía una soledad nunca pisada de hombres, apenas apta para bestias fieras.

Combatida por una parte por el mar, cuyas furiosas olas con su continuo rumor causaban horror aun a los que de lejos le oían. Los vientos son tan recios, que fuera del fastidio que podían causar con su vehemencia y bramidos, son muy contrarios a la salud. La tierra es toda arena, que arrojada del mar, y movida del viento en forma de montañuelas o pequeños collados, se va mudando de una parte en otra: bien que en algunas partes había bosques muy espesos, de espinos y otros árboles pequeños, que nacían en aquellos arenales.


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