Entra,alma cristiana, en la iglesia con gran modestia y recogimiento, no menos que con humildad y confianza; es casa de Dios y puerta del cielo: adora allí a tu amable Redentor. Él está oculto, pero real y verdaderamente como en el cielo. Habla con su divina Majestad y medita el exceso de su amor. Si no sabes cómo pasar un rato delante de un Dios tan enamorado de los hombres, haz la estación; rezando seis Padre nuestros, seis Ave Marías y Gloria Patri, y rogando por las necesidades de la Iglesia con intención de ganar las gracias que hay concedidas, te enriquecerás con un sinnúmero de indulgencias.
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