elevar a Dios muchas y pequeñas súplicas

 


Cómo orar en la tentación. En el Evangelio hay una advertencia de Jesús que nunca debemos olvidar o dejar de cumplir. Dice así: "Orad, para no caer en tentación. Porque el espíritu esta pronto pero la carne es débil"  y el Divino Maestro añade un aviso de enorme importancia: "Ciertos espíritus impuros no se alejan sino con la oración" .

 Cuando nos llega la tentación es necesario elevar a Dios muchas y pequeñas súplicas para que vengan en nuestra ayuda. ¿Qué diríamos de un capitán que viendo a su batallón atacado por fuerzas que le superan en número y en armamento, no enviara mensajes a los mandos superiores pidiendo refuerzos? Y nosotros, al sentir el ataque del mundo, del demonio y de la carne, ¿nos quedaremos sin pedir ayudas del Señor Dios de los ejércitos?

Hay que decirle con el Salmo: "Mira Señor que me atacan, y no tengo a dónde huir. Pelea Tú Señor, contra los que me hacen la guerra, y dile a mi alma: "Yo soy tu victoria" (Sal 34). "No entregues a la furia de los gavilanes asesinos esta paloma indefensa que es mi pobre alma". "No me abandones, Dios de mi Salvación". "No abandones la obra de tus manos" etc.

Un remedio muy útil. Muchísimas personas han experimentado con gran provecho para lograr conseguir la victoria contra las tentaciones el mirar fijamente y con cariño el crucifijo, y mientras se va pensando en cada una de las heridas de Jesús, las de las manos, los pies y el costado, decirle con san Bernardo: "Señor: cuando el gavilán traicionero de mis tentaciones me ataca para quitarme la vida de la gracia y de la amistad con Dios, yo como tímida avecilla vuelo con mi pensamiento a esconderme en esas grietas salvadoras de mi Roca, en esas tus cinco heridas, y allí logro verme libre del enemigo traidor". "Jesús: tú has muerto por mí, y yo ¿qué sacrificio haré por conservar tu santa amistad? Te ruego que imprimas en mi alma los más vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, dolor de mis pecados y propósito de jamás ofenderte, mientras que yo con el mayor amor que me es posible voy considerando tus cinco heridas, recordando aquellas palabras de ti, Dios mío, dijo el santo profeta David: "Han taladrado mis manos, mis pies y se pueden contar todos mis huesos".


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