La Eucaristía y el Árbol de la Vida están estrechamente relacionados en la doctrina cristiana. Dios creó al hombre libre y a su imagen y semejanza, con el objetivo de que alcanzara la inmortalidad mediante la obediencia. Sin embargo, el hombre falló la prueba de su libre voluntad debido a la envidia y soberbia de otro ser creado, perdiendo la inmortalidad y experimentando la muerte, algo antinatural para la "Imagen de Dios".
El Verbo, Cristo, vino a restaurar lo perdido con su obediencia y sacrificio en la Cruz, devolviéndonos la Gracia perdida en el Edén. Instituyó varios sacramentos para la restauración y santificación de la humanidad:
Bautismo:** Recupera la Gracia perdida y nos restaura como semejanza de Dios.
Confirmación:** Ejercemos nuestra libertad como adultos para obedecer a Dios.
Confesión:** Restaura nuestra obediencia cuando la perdemos.
Matrimonio:** Santifica la creación de nuevas "Imágenes y semejanzas de Dios".
Orden Sacerdotal:** Administra la gracia de Dios.
Unción:** Restaura nuestro cuerpo afectado por el pecado original.
La Eucaristía es el medio para acceder al Árbol de la Vida, representando a Jesús como el fruto de este árbol. A través de la Eucaristía, obtenemos la inmortalidad espiritual, restaurando nuestra "Imagen y Semejanza" con Dios. Jesús afirmó: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el último día” (Juan 6:54). Y en Apocalipsis 2:7 se promete el acceso al Árbol de la Vida en el paraíso de Dios a los vencedores.
Todo esto es posible mediante la obediencia a la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, a quien debemos dar gracias. ¡El que tenga oídos, que oiga!
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