el perdon libera almas del purgatorio



A una señora viuda, muy honrada, le informaron que había muerto a su hijo único a manos de un enemigo. Fue mucha su paciencia, pues caso tan fatal no la obligó a tomar la venganza por sus manos. No hizo extremos de sentimiento, no la domino la ira a maldecir al autor de tanta maldad. Antes bien, dando en sus manos el agresor, le escondió perdono.

 el premio de su heroica caridad.  la piadosa viuda fue a su oratorio a suplicar a la divina clemencia por del alma de su hijo difunto, el cual se le apareció resplandeciente, y le dijo: "Madre mía, Dios te salve, pues me has ocasionado la mayor dicha, siendo dos veces madre, la una engendrándome para la tierra y la otra engendrándome para el cielo, pues has perdonado al que me quitó la vida corporal. Yo parto para el cielo, y habiendo de estar muchos años en el purgatorio, la fuerza de tu caridad me ha sacado y labrado la corona". Así lo dijo, y voló a la gloria inmortal.

 A las puertas de una pobre viuda llegó un pobre necesitado y hambriento, que era el profeta Elías, y le dice: "Señora, dadme un pedazo de pan, que me aqueja el hambre". Ella podría haberle respondido, instruida de los consejos del mundo: "Señor, ¿aun tenéis cara para poneros delante de mis ojos y pedirme pan, cuando le habéis quitado a toda la tierra de Israel, cerrando los cielos por espacio de tres años, dejando los campos tan sedientos y estériles, que no dan un grano de trigo? Gran desfachatez es la vuestra, pedirme aquello que me habéis quitado. Pues tenéis tanto poder, mandad a la tierra que brote panes y comed, y no me causéis mayor aflicción con petición tan impertinente, que yo hartas tengo con mis cuitas". 

Pero no le obligó el sentimiento a prorrumpir en palabras tan ásperas. Antes bien, le admitió con palabras dulces la piadosa mujer, llamándole "Varón de Dios". Y de lo poco que tenía, que no era más que un puño de harina para el breve sustento de su familia, le hizo una torta para reparar su hambre. Mas tuvo luego este acto heroico y singular beneficio, en tiempo de tanta calamidad, por mano del profeta, en premio, fuentes de aceite y de harina, con que estuvo su casa rica y abastecida.

Este galardón tuvo de contado en este mundo el beneficio hecho a un enemigo. Pues pasa tu caridad al centro de la tierra, donde hallarás muchas ánimas de los difuntos faltas de todo socorro, que con voces bien sentidas claman: "Compadeceos de nosotras, siquiera los que sois nuestros amigos". No excluyen en estos clamores a los enemigos, como si dijeran: "Si el enemigo no quiere socorrernos, socórrannos los amigos". Ahora digo yo: si el difunto fue tu enemigo, sabe que los agravios se acabaron con la muerte, y si perseveras con el odio tienes poca razón, pues el que fue tu enemigo ya es amigo y ya han firmado paces en el Purgatorio, porque aquellas ánimas santísimas todas son amigas de Dios y ciudadanas del cielo, en quienes no pueden caber rencillas ni enemistades, sino una verdadera paz constante y permanente.

El infierno es región de guerra, donde los condenados unos a otros se comen abocados. Pero el Purgatorio es mansión de paz, donde las ánimas santísimas unas a otras se aman, y están unidas con estrecho lazo de amor, amando ardentísimamente a Dios y a los prójimos, especialmente a aquellos con quienes en este mundo se encontraron con discordias. Socórrelas pues, si te ofendieron, ofreciendo por ellas el beneficio de tus oraciones y sufragios, que te lo pagarán colmadamente en la eterna bienaventuranza. Y no será razón que convidándote con la paz, les hagas guerra con tu olvido, diciendo con afecto: "Las ánimas de los fieles por la misericordia de Dios descansen en su paz, especialmente aquellas que fueron de mis enemigos".

Grande injuria es quitarle a uno la hacienda, pero mucho mayor es quitarle la vida, porque la vida es más estimable que todos los bienes de fortuna. Pero si el difunto es hijo único heredero, el perdón de los padres es acto finísimo de caridad, y verás luego un grande premio de su invicta paciencia. 


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