En cada uno de nosotros hay dos grandes fuerzas que se hacen la guerra sin cesar. La una es la voluntad superior, la fuerza espiritual, que guiada por la razón y por la fe nos quiere elevar a tener comportamientos propios de un ser racional, de alguien que es Hijo de Dios, y cuyo destino es la vida eterna del cielo. La otra gran fuerza, que se llama inferior, es una fuerza material, guiada por las pasiones, por las inclinaciones de la naturaleza carnal, y muchas veces por los atractivos de lo mundano, sensual y por las tentaciones del demonio. Esta segunda fuerza llamada "apetito sensitivo" no nos logrará llevar al mal si la voluntad guiada por la razón e iluminada por el Espíritu Santo le pone freno le domina y guía.
Una guerra continúa. El santo Job decía que la vida de la persona humana en esta tierra es como un servicio militar en tiempo de guerra, o como el día de un obrero en tiempo de gran trabajo. La guerra espiritual entre la voluntad superior guiada por la razón y la voluntad inferior dirigida por las pasiones, durará toda la vida. Desde que tenemos uso de razón hasta que exhalemos el último suspiro, esa guerra será total y sin tregua. Habrá tiempos de mayor paz y otros de mayor combate, pero la lucha no cesará jamás en esta tierra. Aquí sí que se cumple lo que anunció Jesús: "No vine a traer paz sino guerra" (cf. Mt 10, 34).
Los cuatro caballos. Un autor antiguo decía que la persona humana viaja por este mundo en un carruaje llevado por cuatro caballos. Dos blancos y dos negros. Los dos blancos son la razón y la voluntad. Y los dos negros son las pasiones y las malas inclinaciones. Y para saber a dónde llegará cada uno hay que averiguar a quien dejamos que vaya al timón, a Dios o al diablo, o al egoísmo. Si es Dios quien nos dirige con sus santas inspiraciones, el final será la gloria eterna y la santidad. Pero si dejamos que sea el diablo con sus tentaciones el que vaya guiando, el final será la maldad y hasta la eterna condenación. ¿Quién está dirigiendo mi carroza hoy por hoy?
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