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María es tesorera de las gracias

Nadie se imagine que va a conseguir alguna virtud si no destruye el vicio

 


Si deseamos adquirir la buena costumbre de tener paciencia, cuando alguien hace o dice lo que nos impacienta, nos llena de mal genio y de ira, es necesario amar, aceptar ese mal trato y hasta desear que ese trato duro nos lo vuelvan a dar, para así tener ocasión de ejercitar la paciencia. Y esto por una razón: porque no podremos perfeccionarnos y ejercitarnos en una virtud sin hacer actos que sean contrarios al vicio que deseamos corregir. Así por más que deseemos tener paciencia sino hacemos actos contrarios a la impaciencia, no lograremos arrancar de nuestro corazón el vicio de impacientarnos y de disgustarnos por cualquier cosa, el cual proviene de que no queremos que nos lleven la contraria ni que nos hieran el orgullo y amor propio. Y mientras en el alma se conserve esa raíz de orgullo, de deseo de que se cumplan los propios caprichos y de que nada suceda contrario a nuestros deseos y gustos, siempre estaremos en continuo peligro de caer en el defecto de la impaciencia.

Un remedio que no puede faltar. Nadie se imagine que va a conseguir alguna virtud si no destruye el vicio contrario haciendo continuos y repetidos actos en contra de ese vicio. Mil veces se puede desear librarse de una mala amistad, pero sino se hacen actos contrarios a ese afecto pecaminoso, la mala amistad seguirá haciéndome daño. Y ya sabemos lo que dijo san Pablo: "Las malas amistades corrompen las buenas costumbres".

No bastan unos pocos actos. Ya sabemos que para adquirir una mala costumbre o un vicio se necesitan muchos pecados repetidos, y de la misma manera para conseguir una virtud contraria a ese vicio se necesitan repetidos y frecuentes actos buenos hasta lograr adquirir la buena costumbre que sea capaz de enfrentarse al vicio y alejarlo. Y aún más: son necesarios más actos buenos de virtud para formar una buena costumbre, que actos pecaminosos para formar un vicio, porque al vicio le colaboran las pasiones y malas inclinaciones, y en cambio a la virtud se le opone nuestra naturaleza corrompida y viciada por el pecado.


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