María, obra maestra y predilecta del Espíritu Santo

  


Este Esposo divino amó más a María de lo que la pueden amar todos los ángeles y santos juntos. Él, desde el principio la amó y la exaltó con santidad superior a la de todos, como lo expresa David: “Su fundación sobre los montes santos; ama el Señor las puertas de Sión más que todas las moradas de Jacob... Un hombre ha nacido en ella, quien la funda es el mismo Altísimo” (Sal 86, 1-2-5).

Palabras que parecen significar que María fue santa desde su Inmaculada

Concepción. Lo mismo quiere decir el Espíritu Santo en otros lugares: “Muchas hijas han amontonado riquezas, pero tú las superas todas” (Pr 31, 29). Y es que María ha superado a todas en riquezas de gracia porque ha tenido hasta la justicia original, como la tuvieron los ángeles y Adán y Eva. “Innumerables son las doncellas, única es mi paloma, mi perfecta. Ella la única de su madre, la preferida de la que la engendró” (Cr 6, 8-9). El hebreo dice: “íntegra, mi inmaculada”. Todas las almas son hijas de la gracia divina, pero entre éstas María es la paloma sin la hiel de la culpa, la perfecta sin mancha original, la única concebida en gracia.

Así es que el Arcángel, antes de ser Madre de Dios, ya la encontró llena de gracia, que por eso la saludó diciéndole: “Dios te salve, llena de gracia”. Y comenta Sofronio diciendo que a los demás santos se les da la gracia en parte, mientras que a la Virgen se le dio del todo. De manera que, como dice santo Tomás, la gracia no sólo santificó el alma de María, sino también su cuerpo, a fin de que pudiera la Virgen vestir con él al Verbo eterno. Todo esto lleva a comprender que María desde el primer instante de su concepción fue enriquecida por el Espíritu Santo con la plenitud de la gracia. Así argumentó Pedro de Celles: “La plenitud de la gracia se concentró en ella, porque desde el primer instante de su concepción, por la infusión del Espíritu Santo, quedó colmada de la gracia de Dios”. Dice san Pedro Damiano: “Habiendo sido elegida y predestinada por Dios, debía ser por completo poseída por el Espíritu Santo”. Dice el santo “poseída por completo” como para indicar la celeridad con que el Divino Espíritu la hizo su esposa sin consentir que Lucifer la poseyese.


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