Ahora confío hallarme en gracia de Dios,

    


  En tiempo de enfermedad , San Luis Gonzaga, muerto en la juventud de los veintitrés años, se abrazó alegremente con la muerte, diciendo: «Ahora confío hallarme en gracia de Dios, y como ignoro lo que después acontecerá, muero contento si al Señor le place llamarme ahora a la otra vida». El P. Maestro Ávila decía «que cualquiera que se hallase con mediana disposición debía antes desear la muerte que la vida, por razón del peligro en que se vive, que todo cesa con la muerte».

              Además, en este mundo no se puede vivir, debido a nuestra natural debilidad, sin cometer algún pecado, al menos venial; aun cuando no sólo fuera más que para evitar el peligro de ofender a Dios venialmente, deberíamos abrazarnos alegremente con la muerte. Por otra parte, si amamos verdaderamente a Dios, debíamos suspirar ardientemente por verle en el paraíso y amarle con todas nuestras fuerzas, cosa que no se puede hacer perfectamente en esta vida; pero si la muerte no nos abre aquella puerta, no podremos entrar en la dichosa patria del amor. Por esto exclamaba el enamorado de Dios, San Agustín: «¡Ea, Señor, muérame yo para contemplarte!». Señor, permitidme morir, pues si no muero, no puedo llegar a veros y amaros cara a cara.


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