Pero ahora, nada deseo tanto, después de la gracia de Dios, que amarte virgen María y ser por ti amado.
Sé, mi Señora, la más agradecida y benigna, que no desdeñas amar a quien te ama, a la vez que no te dejas ganar en el amor.
Quiero amarte en el paraíso. Allí, a tu lado, conoceré de veras, cuán amable eres,y cuánto has hecho por salvarme; por eso te amaré con más fervor, y mi amor será eterno, sin temor de dejar nunca de quererte.
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