¡Cuántos desgraciados jóvenes perdieron la vocación por causa de sus padres

 


              El P. Granada llamaba a la elección de estado la rueda maestra de la vida. Cuando se gasta la rueda maestra del reloj, queda éste desconcertado, y así queda desconcertada toda la vida, errada la vocación, respecto a la salvación eterna. ¡Cuántos desgraciados jóvenes perdieron la vocación por causa de sus padres y acabaron con mal fin, después de haber arruinado a la familia!               

              El P. Granada llamaba a la elección de estado la rueda maestra de la vida. Cuando se gasta la rueda maestra del reloj, queda éste desconcertado, y así queda desconcertada toda la vida, errada la vocación, respecto a la salvación eterna. ¡Cuántos desgraciados jóvenes perdieron la vocación por causa de sus padres y acabaron con mal fin, después de haber arruinado a la familia! Cierto joven perdió la vocación religiosa por instigación de su padre; tuvo luego con él no pocas pendencias, terminó asesinándolo y murió ajusticiado. Un seminarista fue también llamado al estado religioso; descuidó el llamamiento divino, abandonó la vida fervorosa que vivía, dejó la oración y la comunión, y de ahí cayó en los vicios, y, finalmente, cierta noche que salía de casa de una mujer perdida, le asesinó un rival suyo; acudieron al punto varios sacerdotes, pero lo hallaron ya muerto. Y ¡cuántos ejemplos semejantes pudiera aducir aquí!

              Mas volvamos a nuestro propósito. El angélico Santo Tomás exhorta a los que se sienten llamados a vivir vida más perfecta que no pidan parecer a sus parientes, ya que en tal materia se convierten en sus enemigos. Y si para seguir la vocación a estado más perfecto no están obligados los hijos a pedir el consejo de los padres, menos lo están a pedir su consentimiento o alcanzar su licencia, mayormente cuando hay fundadas sospechas de que injustamente les negarán la demanda, impidiendo así la vocación. Santo Tomás de Aquino, San Pedro de Alcántara, San Francisco Javier, San Luis Beltrán y muchos más entraron en religión sin avisarlo siquiera a sus padres.

; tuvo luego con él no pocas pendencias, terminó asesinándolo y murió ajusticiado. 

Un seminarista fue también llamado al estado religioso; descuidó el llamamiento divino, abandonó la vida fervorosa que vivía, dejó la oración y la comunión, y de ahí cayó en los vicios, y, finalmente, cierta noche que salía de casa de una mujer perdida, le asesinó un rival suyo; acudieron al punto varios sacerdotes, pero lo hallaron ya muerto. Y ¡cuántos ejemplos semejantes pudiera aducir aquí!

              Mas volvamos a nuestro propósito. El angélico Santo Tomás exhorta a los que se sienten llamados a vivir vida más perfecta que no pidan parecer a sus parientes, ya que en tal materia se convierten en sus enemigos. Y si para seguir la vocación a estado más perfecto no están obligados los hijos a pedir el consejo de los padres, menos lo están a pedir su consentimiento o alcanzar su licencia, mayormente cuando hay fundadas sospechas de que injustamente les negarán la demanda, impidiendo así la vocación. Santo Tomás de Aquino, San Pedro de Alcántara, San Francisco Javier, San Luis Beltrán y muchos más entraron en religión sin avisarlo siquiera a sus padres.


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