Fué éste un pariente de santa Brígida, muy dado al mundo, que por amonestación divina se movió a compunción y se convirtió. Solía después decir: Mientras me alejé de los sacramentos, me sentí cargado con un peso como de cadenas; pero así que comencé a confesarme frecuentemente, me siento tan alijerado y con el espíritu tan tranquilo, que no paro la consideración en honras ni en pérdidas de mi hacienda, y nada me es grato sino hablar y oir hablar de Dios. Murió después de recibir los santos sacramentos y teniendo en sus labios el nombre de Jesús. Al expirar, dijo: Dulcísimo Jesús, apiadaos de mí.
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