"El Demonio,"amenaza sin cesar la vida de los cristianos



durante las comidas hablaba Lutero de esta manera. La demonología ocupaba un lugar muy grande en su doctrina misma. En 1520, cuando aún no se había separado por completo de la tradición católica, había declarado que era un pecado contra el primer mandamiento atribuir al demonio o a los malvados los fracasos en las empresas o las desgracias del destino. 

Sin embargo, más tarde veía los designios del demonio por todas partes. En su Gran Catecismo, que data de 1529 y contiene las ideas que más apreciaba, enseña expresamente que son los demonios quienes suscitan las querellas, los asesinatos, las sediciones y las guerras, lo cual, como diremos más adelante, puede sostenerse, pero también afirma que él es la causa de los truenos, las tormentas, la piedra que destruye la cosecha y que mata los animales y reparte veneno en el aire. ¡Qué hubiera dicho de los automóviles cuyas exhalaciones infectan nuestras ciudades!

"El Demonio", escribe, "amenaza sin cesar la vida de los cristianos; satisface su ira haciendo llover sobre ellos toda clase de males y calamidades. De ahí que tantos desgraciados mueran, unos estrangulados, otros atacados de demencia; él es quien arroja a los niños a los ríos, él es quien prepara las caídas mortales".

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