“Así como los hombres caen por tierra
espantados cuando oyen el estampido de un trueno cercano, así caen derribados
los demonios cuando oyen que se nombra a María”. ¡Qué maravillosas victorias
han obtenido sobre sus enemigos los devotos de María con sólo invocar su
nombre! Así lo venció san Antonio de Papua; así el beato Enrique Susón; así
tantos otros amantes de María. Refieren las relaciones de las misiones del
Japón que a un cristiano se le presentaron muchos demonios en forma de animales
feroces para amenazarlo y espantarlo, pero él les dijo: “No tengo armas con qué
asustaros; si lo permite el Altísimo, haced de mí lo que os plazca. Pero, eso
sí, tengo en mi defensa los dulcísimos nombres de Jesús y de María”. Apenas
dijo esto cuando a la voz de estos nombres tremendos se abrió la tierra y se
tragó a los espíritus soberbios. San Anselmo asegura con su experiencia haber
visto y conocido a muchos que al nombrar a María se habían visto libres de los
peligros.
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