Ninguna cualidad crece sino se ejercita, y
muchas cualidades se van disminuyendo y debilitando por falta de ejercicio. Por
eso es necesario no dejar pasar ninguna ocasión que se presente de ejercitar
alguna virtud. Y tengamos cuidado para no huir de aquellas ocasiones que son
contrarias a nuestras malas inclinaciones, porque mediante estas ocasiones se
puede llegar a un gran crecimiento y perfección en las cualidades y virtudes
que queremos cultivar y conseguir.
En la paciencia. Cuentan de una santa muy
famosa que cuando iba a los hospitales a atender enfermos pedía que le dejaran
cuidar a los más desagradecidos, asquerosos, maleducados y malgeniados, porque
así podía ejercitarse más en la virtud de la paciencia. Y es que nadie va a
crecer en la paciencia si no hay quien le ofenda y le lleve la contraria. A
Jesús lo hicieron crecer más en santidad los que lo insultaron, lo abofetearon,
lo escupieron, lo azotaron y crucificaron, que los que le cantaban el "Hosanna".
Porque los que lo ofendieron le permitieron practicar en grado heroico la santa
virtud de la paciencia. Si no aceptamos tratar con gentes que nos tratan mal
¿cómo vamos a adquirir la virtud de la paciencia?
Los oficios cansones. Uno de los modos más
prácticos para ir creciendo en la paciencia es aceptar oficios cansones y
monótonos, ocupaciones incómodas, con superiores o compañeros que nos tratan
mal, y dedicarnos a esas tareas con alegría y perseverancia. Ese tener qué
hacer todos los días a las mismas horas los mismos oficios agotadores y que no
tienen ningún atractivo, es lo que el evangelio llama: "La cruz de cada
día" (Lc 9, 23). Y si no nos resignamos aceptar estos trabajos, nunca
aprenderemos a padecer con paciencia.
Las humillaciones. Nadie llega a la humildad
sino tiene quién le humille. Por eso decía una gran mística que ella les tenía
compasión a las personas a las cuales todos las trataban sumamente bien y nadie
las trata mal, porque, ¿cómo hacen entonces para ser humildes si de nadie
reciben humillaciones? Oh: cuánto creció nuestro Redentor en humildad cuando
fue comparado con el asesino Barrabás y la gente prefirió a ese criminal antes
que a Jesús, y cuando fue coronado como rey de burlas, y paseado por las calles
vestido de loco, y crucificado entre dos ladrones, abofeteado, escupido y
despreciado con las peores burlas. Con razón decía san Ignacio de Loyola:
"Si en el sitio donde vivo nadie me humilla, me vestiré de loco y me iré
por las calles para que las gentes me humillen y me insulten y así pueda
practicar la virtud de la humildad". No huyamos de los que nos humillan.
Su trato nos santifica.
El luchador bisoño. Cuando un soldado empieza
a entrenarse para la guerra o un luchador olímpico comienza a prepararse para
sus futuras lides en los estadios, los ponen a entrenarse con otros luchadores
más veteranos que ellos, y con más técnicas y habilidades. Sufren caídas,
derrotas, golpes y hasta heridas y a veces les parece que nunca van a lograr
salir triunfadores: pero entrenan y entrenan y van adquiriendo tal facilidad
para combatir que cuando menos piensan resultan vencedores. Así en la virtud:
si no nos cansamos y dejamos de entrenarnos, un día formaremos parte del grupo
de los triunfadores.
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