Es Ofrecido por Jesucristo



 De todos los medios que hemos indicado hasta ahora para el alivio de las almas del Purgatorio, ninguno es tan poderoso, tan eficaz como el Santo Sacrificio de la Misa.  Es un artículo de nuestra fe muy consolador.  La razón de esto es que todo el mérito del Sacrificio Divino viene de ser ofrecido en la persona y en el nombre de Jesucristo.  En el altar, como en el Calvario, es la misma víctima, el mismo Santificador, y por lo tanto tiene el mismo mérito.  Allí, Jesús en la Hostia ofrece a su Padre todo lo que es y todo lo que tiene.  Él ofrece toda la Iglesia Militante y toda la Iglesia Purgante.

 ¡Qué alegría que hay en ese valle de lágrimas, qué alegría para aquellas almas, víctimas de la Justicia Divina, cuando Jesús las abraza y las ofrece a su Padre!  Y el Padre recibe la ofrenda de su Hijo.  A través de las llamas de la expiación, Él reconoce en ellas, incluso en su desgracia, los rasgos adorables de su Hijo y las perdona, teniendo en cuenta los méritos de ese Cordero sin mancha.  ¿Cómo es posible que en un momento tan solemne todas las almas en el Purgatorio no sean liberadas?  No lo sabemos.  No podemos penetrar en los secretos de la Justicia Infinita y la santidad de Dios.  Lo cierto es que a todas ellas se les da algo de alivio.  Un doctor de la Iglesia afirma que después de cada misa, muchas almas son liberadas y elevadas al cielo.

 En un Monasterio en Roma, hay una pintura que representa a San Bernardo celebrando la Santa Misa con almas elevándose al Cielo desde el Purgatorio conforme el Santo Sacrificio se va desarrollando.  ¿Por qué prestamos tan poca atención a estas gracias excepcionales?

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