Un hombre carpintero y un sacerdote fallecieron y fueron llamados al juicio de Dios. Ante su vista y ante la presencia de los ángeles, apareció un trono Dorado.
Un gran número de demonios estaba siguiendo al sacerdote, deseosos de encontrar alguna falta fatal en él.
En cuanto al carpintero, se sentían tan seguros de tenerle como siente una ballena sobre las crías que guarda vivas en su barriga entre las olas.
Había muchas acusaciones lanzadas contra él; por qué había tomado el oficio de carpintero para engañar la gente diciendo que era cristiano y engañaba a sus clientes en nombre de Jesús, le pagaban por una madera y trabajaba con otra y ponía precios de más.
Cuando Román no pudo dar una respuesta justa a los cargos, un demonio contestó: Pon excremento sobre la cabeza del este ingrato. en sus manos en vez de guantes, barro en sus pies en vez de sandalias.
En vez de una camisa de y una prenda de lino ponle los harapos de una prostituta. Haz que tenga desgracia en vez de honor.
En vez de una fila de sirvientes, haz que tenga una turba furiosa de demonios.
Entonces el juez añadió: Pon una corona tan radiante como el sol sobre la cabeza del sacerdote, guantes dorados en sus manos, coloca zapatos en sus pies. Déjale ponerse las ropas con todo honor.
Vestido con su atuendo, rodeado por la corte celestial, fue presentado al juez como un carpintero al que se le da honor.
El carpintero, sin embargo, se marchó como un ladrón con una cuerda alrededor de su cuello. A la vista de él, el juez apartó sus misericordiosos ojos tal como lo hicieron todos sus santos con él.
todas estas cosas tuvieron lugar instantáneamente ante Dios, aunque, por tu bien, fueron actuadas con palabras, pues mil años son como una simple hora ante Dios. Sucede cada día que, así como muchos cristianos no quieren tener el oficio para el cual fueron llamados, Dios elige para sí pobres sacerdotes y asistentes parroquiales quienes, viviendo de acuerdo a su mejor conciencia, estarían contentos, si pudieran, de ser de beneficio a las almas por la gloria de Dios y hacen lo que pueden. Por esta razón, ellos tomarán los lugares preparados para los para los santos.
Dios es como un hombre que cuelga una corona dorada a la puerta de su casa y grita a los transeúntes:
¡Cualquiera de cualquier nivel social puede ganar esta corona! La obtendrá aquel que está más noblemente vestido en virtud.
Has de saber que, si los hipócritas son sabios en sabiduría mundana, Dios es más sabio que ellos en un sentido espiritual, pues eleva al humilde y no da su aprobación al orgulloso.
Tenía dinero, también, aunque no para su propio uso avariento, pues ni siquiera si hubiera tenido toda la riqueza del mundo, entregó su voluntad a Dios, listo para ser honrado por el honor a Dios y listo para humillarse por amor y temor de Dios.
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