El mal de ojo. Consiste en un maleficio hecho por una persona por medio de la mirada. No se trata, como algunos creen, del hecho de que ciertas personas te traigan mala suerte si te miran con ojos bizcos; esto son historias. El mal de ojo es un verdadero maleficio: supone la intención de perjudicar a una determinada persona con la intervención del demonio. Lo que tiene de particular es el medio usado para llevar a término la nefasta obra: la mirada. He tenido pocos casos y no del todo claros; o sea que era evidente el efecto maléfico, pero no lo era igualmente su artífice y tampoco que, como medio, bastase una simple mirada. Aprovecho la ocasión para decir que muchas veces no se llega a conocer al artífice del maleficio y ni siquiera cómo ha empezado el mal. Lo importante es que la persona afectada no esté sospechando de éste o aquél, sino que perdone de corazón y ruegue por quien le ha hecho el mal, sea quien fuere.
Sobre el mal de ojo debo concluir diciendo que es posible, pero nunca he tenido casos confirmados.
1. El hechizo. Es, con mucho, el medio más utilizado para realizar maleficios. El nombre deriva de hacer o confeccionar un objeto, con los materiales más extraños y heterogéneos, que adquiere un valor casi simbólico: es un signo sensible de la voluntad de hacer daño y es un medio ofrecido a Satanás para que imprima en él su fuerza maléfica. Se ha dicho muchas veces que Satanás remeda a Dios; en este caso podemos tomar la analogía de los sacramentos, que tienen una materia sensible (por ejemplo, el agua durante el bautismo) como instrumento de gracia. En el hechizo el material es usado con la finalidad de causar perjuicio.
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