Un mendigo que siempre iba a pedir al
convento de una santa abadesa le contaba lo desdichada que habia sido su vida, la abadesa, le decía que Dios podía restaurarlo y el le respondía que era muy tarde y ella le respondía que mientras el estuviera aliento era posible.
murió el desdichado se le apareció y se le apareció a la abadesa sucio con pus y deformes gusanos que
salen de la tierra. y le dijo gracias sor al final me acorde de Jesús restaura y le pedí perdon, ahora ayúdeme a salir del purgatorio.
Ya que cuando un hombre endurecido no busca ningún bien, se
vuelve perezoso, de forma que ya no desea ni honor ni santidad, sino que está
hastiado y se olvida de la honestidad.
Tampoco quiere luchar contra estos
vicios, sino que más bien los atrae hacia sí por su pereza.
Les gusta la ociosidad y no realizan
nada bueno, solo ponen oídos a las habladurías y, manteniéndose en su pereza,
la convierten además en murmuraciones y comentarios degradantes. Y extienden estos
comentarios a su alrededor mientras cubren con perversidad las verdaderas
intenciones de su corazón. El resto de su cuerpo parece un gusano sin ningún
hueso. Está enroscado en su agujero como un niño se envuelve en su ropa. por el
vicio del hastío los hombres perezosos cambian la confianza que deberían tener
en la ayuda de Dios y en la elevación del hombre, en sórdidos placeres, como si
fueran un inmundo gusano de tierra.
Por lo que, confiando más en la
debilidad de su carne que en la fortaleza divina, se enredan es sus ocultos
pensamientos y se envuelven en su estupidez, y de este modo evitan tener que
levantarse hasta la honestidad de las virtudes y permanecen perezosos en la
negligencia y en la insensatez de las vanidades, como este vicio indica
claramente en su anterior parlamento. La Victoria Divina le responde e impulsa
a la gente a luchar contra el diablo.
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