Omnipotente
y sempiterno Dios, que en tu amado Hijo, Rey universal, quisiste instaurarlo
todo: concédenos propicio que todos los pueblos, disgregados por la herida del
pecado, se sometan a su suavísimo imperio: que contigo vive y reina en la
unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.
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