- Cuenta santa Hildegarda sobre aquellos que invierten su tiempo en juegos, en una vision aquí; vi un pozo seco, profundo y amplio. Su fondo era de pez hirviente, y en él apareció un amplio agujero por el cual subían a lo largo del pozo humo ígneo y gusanos ardientes por una parte aún más profunda del pozo.
- Y en él fueron echados aquí y allá, como por el viento, muchos clavos aguzados. Las almas que en vida malgastaron su vida en juegos de forma excesiva, por los juegos se volvieron falta de misericordia con los hombres, se sentaron en el fondo y temieron caer por el agujero en el fuego de abajo y fueron atormentadas por humo, gusanos y clavos. En efecto, ya que estuvieron faltos de piedad respecto a los demás hombres, porque los juegos se quitan la piedad, se sentaron sobre el fondo de pez hirviente, temieron el fuego de abajo a causa de esta su falta de piedad y el humo de fuego les atormentó, ya que en su maldad rehuyeron a Dios. Los gusanos les torturaron e infligieron a los hombres dolores inhumanos. Y tuvieron que soportar las heridas y las picaduras de los clavos ardientes por no haber tenido misericordia en su corazón, ya que el juego les endurece la conciencia.
- Y de nuevo oí una voz de la luz viviente que me dijo: “Estas cosas que ves son verdaderas. Los hombres que en vida han jugado durante mucho tiempo ,tanto juegos de azar como por diversión vana, han obtenido dureza de corazón tal que no concedieron misericordia alguna a los demás, si quieren resistir a los espíritus malvados que les enseñan a perder su tiempo en cosas que no edifican y huir de los castigos que ves, deberían castigarse con ayunos y oracion intensa, cada vez que quieran perder horas en jugar que ,se arrodillen y recen el rosario.
- Pésimo es perder la vida en juegos y abandonarse a la pereza, porque no tiene misericordia, ni muestra caridad, ni cumple buenas obras. Duros de corazón eran algunos tiranos que, aunque vieran las maravillas de Dios sin embargo no renunciaron a la obstinación de la voluntad propia. Pusieron su propia mente y corazón antes que la voluntad de Dios y lucharon contra Él. Pero lo mismo que Dios destruyó la obstinación de la voluntad en el pecado del primer ángel y la necedad del primer hombre, y lo mismo que Dios aterrorizó al Faraón cuando golpeó a los primogénitos de Egipto, así también confunde ahora la ludopatía que es la adicción al juego , que se transforma en dureza de piedra que no quiere dejarse enternecer ni por los mandamientos de la ley ni por la razón del hombre. Por eso incluso Dios la sustrae la posibilidad de socorro y la arrolla en la confusión, como arrolló al Faraón. Estas cosas se han dicho para la purificación y la salvación de las almas penitentes y son dignas de fe. Quien tiene fe las considera cuidadosamente y las recuerda para actuar el bien.Estos espíritus inducen los hombres a la pereza y los exhortan a no temer a Dios ni preocuparse por los hombres
- os hombres que quieren la pereza y no sirven a Dios ni con celo ni con fidelidad, si no quieren ser escarnecidos por estos espíritus y quieren salvarse de estos sufrimientos, castíguense con el cilicio y con golpes de látigo según la proporción de la misma falta, incluso, macérense con ayunos, cuiden de los pobres, y cumplan eso tanto cuanto les indique su consejero espiritual.
- La pereza no resplandece en el temor de Dios, ni arde en el fuego de la consideración que honra a Dios. Es oscura, porque la conciencia viva que vive como un aliento de vida en el alma, se oscurece con este pecado, porque la pereza no quiere buscar la recompensa de la gracia debida a sus buenas obras ni deplora su falta. Y en su gran infelicidad descuida la fe que debería ser su fuerza y sostén, como la espalda. En efecto, la esperanza de la vida eterna reside en la fe. No hace repicar la trompeta sonora de las buenas obras y no anhela a Dios con la devoción que debería elevarse a Él.
- Estas cosas se han dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y son dignas de fe. Quien tiene fe las considera cuidadosamente y las recuerda para actuar el bien.
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