Holanda bajo maldición



 El número de suicidios registrados en Holanda e alcanzó la cifras récord . Así fue dado a conocer por la Oficina Central de Estadística. en los últimos anos, el número de suicidios en Holanda ha aumentado un 25 por ciento.

La Oficina no investigó el motivo de esta línea ascendente, no obstante, expertos estiman que guarda relación con la crisis económica. El mismo fenómeno se produjo a principios de los años 80 cuando la economía holandesa sufrió también un recesión.

Se trata, sobre todo, de personas de mediana edad, entre los 45 y los 60 años y la mayoría, un 70 por ciento, son hombres. Asimismo, se registró un leve aumento de suicidios entre jóvenes de 10 a 20 años.

En enero de 2018 Aurelia Brouwers, una joven neerlandesa de 29 años, escribió en Facebook: "Me estoy preparando para mi viaje. Gracias por todo. A partir de ahora no estaré disponible". una atea a quien nadie le hablo del amor de cristo para acabar con la tristeza.

los países bajo maldición de masonería con 5% de cristianos y 95% de ateos no es exttranar que no le encuentren sentido a la vida, los países bajo maldición de brujeria hay mas homicidios que suicidios.

Cuatro horas después, Brouwers se recostó en su cama y, rodeada de amigos, bebió un compuesto tóxico, recetado por su médico, para morir.

La muerte de Aurelia, en la ciudad de Deventer, Países Bajos, ocurrió un mes después de que el Estado le otorgara el derecho a morir bajo la ley de eutanasia y suicidio asistido, que permite la terminación de la vida cuando hay "sufrimiento insoportable e intratable".Quienes apoyan la eutanasia apuntan a la autonomía y la autodeterminación para poner fin al sufrimiento intolerable de una enfermedad.

Quienes se oponen aseguran que la sociedad debe esforzarse más para ayudar a los enfermos mentales y que el papel de los psiquiatras es evitar los suicidios y no ofrecerlos como tratamiento.

"La posibilidad de acceder al suicidio asistido (Eutanasia), va en contra de lo que la psiquiatría promueve como ciencia, que es la curación o alivio de las enfermedades mentales y de sus consecuencias", le dice a BBC Mundo el doctor Manuel Bousoño.

"La lucha por mejorar debe ser hacia una mejor y más completa asistencia, aunque eso suponga unos costes mayores que una eutanasia que solo sirva para eliminar a los miembros más débiles de una sociedad", agrega.

l gran problema es el de encontrar sentido a la vida. La pregunta sobre el sentido de la vida la he hecho a mis alumnos muchas veces. En el fondo equivale a la de cómo alcanzar la felicidad. Entre los que lograban darme una respuesta -pues bastantes la dejaban en blanco porque no se aclaraban- había dos respuestas tipo, que englobaban a todas. Una era: moto coche, yate. En otras palabras, hacerse o ser rico. La otra: amar y ser amado/a. Creo que queda claro cuál es la realmente conveniente.

 

Pero para que la respuesta que se debe dar aparezca en toda su riqueza necesitamos una palabra que brilla por su ausencia porque muchos quieren vivir como si no existiera o prescindiendo totalmente de Él, de Dios. Y sin embargo ya San Agustín nos dijo sobre Él: “Inquieto está nuestro corazón, hasta que descanse en Ti”. No podemos olvidar que “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8 y 16) y por tanto cuanto más cerca estemos de Él más fácil será llenar nuestra vida de amor y felicidad.

 

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice sobre el suicidio: "Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. Él sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella” (n. 2280).

 

Pero, indudablemente, cuando uno oye que un adolescente se ha suicidado, debemos preguntarnos qué tipo de educación le hemos dado o ha recibido. En muchas ocasiones he oído a personas mayores decir: “He intentado educar a mis hijos en la fe. Son buenas personas, tienen virtudes humanas, pero la iglesia no la pisan”. Mucho me temo que sus hijos, educados ya sin valores religiosos, no tengan tampoco valores humanos. El prescindir de Dios y de los valores religiosos es cerrarles la respuesta sobre el sentido de la vida, porque, como dice el filósofo francés Paul Ricoeur, “lo específico del cristiano es la esperanza”; mientras, la Biblia nos dice: “La esperanza no defrauda” (Rom 5, 5).

 

Por ello quiero terminar con una palabra de esperanza. Dice el Catecismo: “No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida” (n. 2283).

 

Y sobre este punto quiero terminar con una anécdota que cuenta Francis Trochu en su biografía sobre el santo cura de Ars. Llegó allí una señora muy entristecida porque su marido, como consecuencia de un revés económico, se había suicidado y, lógicamente, temía por su salvación. Pero el cura de Ars, nada más verla le dijo: “Tranquila, señora, su marido tuvo tiempo de arrepentirse desde que se tiró del puente hasta que llegó al suelo”.


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