¿Hace penitencia? Cristianos, si son inocentes y han conservado la pureza de su bautismo, como lo hizo San Luis, ¡cuán numerosos son los pecados veniales que los hacen estar endeudados con Dios! En verdad, esos pecados son innumerables. Su vida puede estar cubierta de pecados veniales, como los pensamientos inútiles, palabras descuidadas, vanidades, tiempo perdido, y comentarios de juicio. ¿No ofenden ustedes a Dios, a veces, con el pretexto de que sus faltas son leves? ¿No son a menudo culpables de ciertas faltas veniales que están cerca de ser mortales? ¿Hacen ustedes penitencia con regularidad? Si su vida está llena de deudas y hacen poca retribución, están obviamente en el camino que conduce directamente al Purgatorio. ¡Cuántos días, meses y años tendrán ustedes que sufrir en ese lugar terrible de expiación! ¡Qué tan largo y doloroso será su purgatorio! Piensen en esto y digan: "Quiero saldar mis deudas para con Dios. Quiero aprovechar el poco tiempo que me queda, a través de su Divina Misericordia, para satisfacer a su Justicia. Quiero liquidar las deudas que son tan fácilmente absueltas con un poco de amor y caridad. ¡Oh almas del Purgatorio, vengan en mi ayuda! Oren para que Dios me dé un espíritu de penitencia, y yo voy a orar por su alivio y su consuelo."
Ejemplo
En 1848 vivía en Londres una viuda de
29 años de edad, muy rica y muy mundana. Entre los huéspedes habituales en su casa,
había un señor joven de conducta dudosa.
Tarde en una noche, esta joven viuda estaba en la cama leyendo un libro, cuando,
de repente, una luz brillante empezó a llenar su habitación con una intensidad
creciente. Sorprendida y muy preocupada,
vio la puerta de su habitación abrirse lentamente. El señor joven que había sido su cómplice en
el jolgorio se paró allí, todo envuelto en llamas. Antes de que pudiera ella pronunciar una palabra,
le agarró la muñeca y le gritó, “¡Hay verdaderamente un Infierno donde uno se
quema! ¡Sépalo con certeza!"
El dolor abrasador en su muñeca hizo
que la joven viuda se desmayara. Cuando
recuperó la conciencia unos treinta
minutos más tarde, ella llamó a su camarera.
Al entrar en la habitación, la criada podía oler el fuerte olor a carne
quemada. Se dio cuenta de la quemadura
en la muñeca de su señora, que estaba quemada hasta el hueso. Esa herida tenía la nítida huella de la mano
de un hombre.
Ella también notó que la alfombra mostraba la huella de un pie de hombre desde
la puerta hasta la cama y que esas huellas de pie habían quemado la alfombra.
Al día siguiente, la viuda se enteró de que ese señor joven había muerto esa
misma noche...
OREMOS - ¡Dios mío, cuántos errores me permito hacer cada día sin el menor
arrepentimiento, como si fueran de ninguna importancia! Si yo considerara la deuda que un día tendré
que saldar, cuánto más vigilante sería.
Por favor, fortalece mis debilidades y reanima mi escaso valor. ¡Por favor, ten piedad de mis hermanos del
Purgatorio! ¡Que descansen en paz!
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