Las almas del Purgatorio son impotentes para aliviar su propio sufrimiento a través de su oración o a través de su sufrimiento. Es en vano que claman a Dios desde las profundidades de su ardiente prisión. En vano tratan de doblegar la Justicia como suelen decir con David, "¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Clamo de día y no me contestas, de noche y no hay alivio para mí. Acuérdate de tu misericordia, oh mi Señor. Quiebra las cadenas que me mantienen lejos de ti. Líbrame de mis tormentos. ¡Ten piedad, Señor, ten piedad!”
El tiempo de la misericordia ya no existe en el Purgatorio, el reinado de la Justicia ha comenzado. Repetidas súplicas ya no son eficaces, cuando la deuda haya sido completamente absuelta a través de nuestro sufrimiento, nuestra alma volará al cielo.
Si las oraciones de los difuntos ya no los benefician a ellos, las nuestras tocan profundamente el corazón de Dios. Conforme nuestras oraciones se elevan al cielo, la misericordia se derrama sobre las almas del Purgatorio en torrentes de gracia, perdón, libertad y gloria.
Es a través de la oración que María y Marta obtuvieron la resurrección de Lázaro; y es a través de la oración que nosotros obtendremos la liberación de nuestros seres queridos. ¡Oremos con todo nuestro corazón! ¡Oremos sin cesar por ellos! Digamos a menudo, "bueno y misericordioso Jesús, ¡concédeles el descanso eterno! ¡Oh María, nuestra madre y nuestro consuelo, ven en su ayuda! ¡Todos los santos del Paraíso, intercedan por ellos! "
Ejemplo
Pasando por Judea, Jesús se encontró con un paralítico, quien estaba sentado tristemente cerca de la piscina de Siloé. En ciertos días, el ángel descendía sobre las aguas de la piscina y agitaba las aguas. La primera persona que se bañaba en ella sería sanada. Ese pobre hombre había estado esperando durante mucho tiempo por su curación. Movido por la compasión, Jesús le preguntó por qué no se adelantaba con los otros para ser sanado. "Señor," respondió el hombre, "es porque estoy paralizado en todos mis miembros e imposibilitado de moverme solo. La curación que deseo tan profundamente no depende de mí, pobre paralítico. ¡Estoy en la necesidad de un amigo que venga a mi rescate y me de su mano!" ¡Pobre paralítico!
Tal es el triste estado de las santas almas del Purgatorio; ellas permanecen inmóviles en las llamas martirizantes, incapaces de ayudarse a sí mismas en lo más mínimo, imposibilitadas de echarse en la piscina salvífica de la Preciosa Sangre de Jesús. Ellas están esperando por algunos amigos compasivos que vengan y los bañen. ¡Sé ese amigo caritativo, ese ángel liberador, para las almas paralíticas del Purgatorio!
OREMOS - Dios mío, te ruego que tengas misericordia de las pobres almas que
perduran en esa larga noche de purificación. ¡Ay, ya no pueden ayudarse a sí mismas! Permíteme ser su mediador e interponerme
entre ellos y tu santa Justicia. ¡Te
ruego, Señor, acortar su exilio! ¡Oh mi
Jesús, sé su Conciliador! ¡Que descansen
en paz!
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