Considere el hecho de que hay almas
completamente olvidadas en el Purgatorio, por quienes nadie reza y quienes
sufren sin consuelo.
Es cierto que la Iglesia no se olvida
de ninguno de sus hijos. Aquellas almas
abandonadas tienen un derecho a las oraciones de nuestra tierna Madre, quien
hace peticiones al Señor cada día por las almas de los difuntos; pero aparte de
aquellas oraciones en común, no se ofrecen otras oraciones por ellos de parte
de otros individuos. Ellas son
abandonadas por esos amigos que habían jurado un amor eterno. Pero como ese amor era puramente humano y a menudo
egoísta, se murió junto con el último aliento de su amigo.
¡Cuánta aflicción debe añadir aquel
abandono al tormento de las almas! Escucha
el reproche que ellas dirigen a aquellos que tan pronto olvidaron los deberes
exigidos por la amistad:
"Tengan misericordia de nosotros,
por lo menos ustedes que fueron nuestros amigos. ¡Nosotros les hemos dado tantas muestras de
nuestro amor y cariño! ¡Ustedes
prometieron en nuestro último aliento que jamás se olvidarían de nosotros! Sin embargo, ustedes se han olvidado de
nosotros sin ni siquiera una oración, una ofrenda, una lágrima, ni siquiera un
suspiro. Debido a que estamos lejos de
los ojos, ustedes nos han desterrado a nosotros de su corazón."
¡Oh inconsistencia de los afectos
humanos, como lo señaló Bossuet, que se van volando con el tiempo! ¿No son aquellos reproches dirigidos a usted? ¿Se acuerda de sus amigos de la infancia que
la muerte le ha quitado? San Francisco
de Sales dijo: "¡Nos olvidamos demasiado a menudo de nuestros difuntos a
pesar de que nos amaron entrañablemente a lo largo de su vida!" Preocupémonos de que nosotros también seamos
olvidados cuando fallezcamos, porque está escrito: "Aquel que olvida será
olvidado.”
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