Todopoderoso
Señor, Dios de los poderes y de toda criatura, que vives en lo más alto y miras
a los humildes, que escudriñas nuestros corazones
y afectos, y sabes de antemano los secretos de
los hombres;
eterna e
imperecedera luz, en Quien no hay cambio ni sombras de variación; oh Rey
Inmortal, recibe nuestras plegarias, Te las ofrecemos con labios impuros, confiando
en tus innumerables bendiciones. Perdónanos todos los pecados
cometidos en pensamiento, palabra o acción, consciente e inconscientemente, y
purifícanos de toda corrupción de la carne y el espíritu. Concédenos pasar la
noche de la presente vida con el corazón alerta y el pensamiento cuerdo,
aguardando siempre el advenimiento del día radiante de la aparición de Tu
engendrado Hijo Único, nuestro Señor y Dios y Salvador, Jesucristo, cuando el
Juez de todos ha de venir en gloria a juzgar a cada uno de acuerdo a sus actos.
Ojalá no nos encuentre caídos en pecado ni ociosos, sino que despiertos y
alertas para la acción, listos para acompañarlo en el divino palacio de sus
bienaventuranzas donde se oye un incesante sonido de los que aceptan el festín
y el inefable placer de los que contemplan la inexpresable belleza de su
Rostro. Porque Tú eres la verdadera luz que iluminas y santificas a todos, y
toda la creación Te canta por los siglos de los siglos. Amén.
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