Testifica San Bernardo que la caridad de
María para con nosotros no puede ser ni mayor ni más poderosa de lo que es en
sí: por lo cual siempre generosamente nos compadece con sus afectos, y nos
asiste con su poder. Siendo, pues, purísima Reina mía, rica en poder y rica en
misericordia, podéis y deseáis salvarnos a todos.
Os diré, pues, hoy y siempre, con las
palabras del devoto Blosio: ¡Oh, María Santísima!, en esta gran batalla que con
el infierno tengo empeñada, ayudadme siempre, y cuando veáis que me hallo
vacilante y próximo a caer, tendedme entonces, ¡oh, Señora mía!, aún más presto
vuestra mano, y sostenedme con más fuerza.
¡Oh, Dios, cuántas tentaciones me quedan
que vencer hasta la hora de la muerte! ¡Oh, María, mi esperanza, mi refugio, mi
fortaleza!, no permitáis que pierda la gracia de Dios, pues propongo acudir
siempre y en seguida a Vos en todas las tentaciones diciendo:
. ¡Ayudadme, María...; María, ayudadme!.
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