¡Oh, Corazón amantísimo de mi Jesús

 


Por qué escondéis vuestro rostro?" Temor grande sentía el santo Job al ver que Dios le escondía su divina cara; mas el saber que Jesucristo oculta su Majestad en el Santísimo Sacramento no debe causarnos temor, sino antes bien amor y confianza que precisamente con el fin de acrecentar nuestra confianza y patentizarnos más su amor, se quede oculto en los altares bajo las especies de pan: Ocultando Dios su rostro en la Eucaristía, dice Novarino, nos descubre su amor.

 

Porque, ¿quién se atrevería jamás a llegarse a ÉL confiadamente, y manifestarle sus deseos y afectos, si el Rey del Cielo descubriera en el altar los esplendores de su gloria?

 

¡Ah, Jesús mío! ¿Qué invención pudo haber más amorosa que esta del Santísimo Sacramento, en el cual os ocultáis bajo las especies de pan, a fin de que os amen y puedan hallaros en la tierra cuantos lo deseen? Razón tenía el Profeta al decir que clamasen los hombres y pregonaran y publicaran por todo el mundo hasta qué punto llegan las invenciones del amor que nos tiene nuestro buen Dios.

 

¡Oh, Corazón amantísimo de mi Jesús, digno de poseer todos los corazones de las criaturas! ¡Corazón lleno, siempre lleno de llamas de purísimo amor; fuego consumidor, abrasadme del todo y dadme nueva vida de amor y de gracia! Unidme a Vos de tal modo que nunca me sea dado apartarme de vuestra amistad.

 

¡Oh, Corazón abierto para ser refugio de las almas, recibidme! ¡Corazón tan atormentado en la Cruz por los pecados del mundo, dadme verdadero dolor de todas mis culpas! Sé que en este divino

Sacramento conserváis los mismos sentimientos de amor que por mí tuvisteis al morir en el Calvario; y que por esto tenéis grande deseo de unirme enteramente a Vos.

 

¿y será posible que aún me resista a entregarme del todo a vuestro amor y deseo? Oh, amado Jesús mío! Por vuestros merecimientos, heridme, prendedme, atadme, unidme todo a vuestro Corazón. Resuelvo en este día, aydado de vuestra gracia, complaceros cuanto pudiere, pisoteando todos los respetos humanos, inclinaciones, repugnancias, todos mis gustos y comodidades que pudieran impedirme el contentaros por entero.

 

Haced Vos, Señor mío, que así lo ejecute, de suerte que de hoy en adelante todas mis obras, sentimientos y afectos se conformen enteramente con vuestro beneplácito.

 

¡Oh, amor de Dios, arrojad de mi corazón los demás amores!¡Oh, María, mi esperanza, que con Dios todo lo podéis, alcanzadme la gracia de que sea hasta la muerte siervo fiel del puro amor a Jesús! Amén, amén. Así lo espero; así sea en esta vida y en la eternidad.

¡Oh, Corazón amantísimo de mi Jesús

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