Ved a un artesano contemplando la obra de otro;
hallará en ella mil defectos y dirá: ¿que le vamos a hacer?. ¡Su capacidad no
da más de sí!. Pero, como el orgulloso
no rebaja nunca a los demás sin elevarse a sí mismo, entonces, a renglón
seguido, os hablará de tal o cual obra por él realizada, diciéndoos que ha
llamado la atención de los inteligentes, que se ha hablado mucho de ella... El
orgulloso, al toparse con varias personas reunidas, generalmente cree que
hablan de él ya en bien ya en mal.
¿Se trata de una joven agraciada, o que tal cree ser?.
La veréis andar con un aire de afectación, con una vanidad cual de princesa.
¿Está bien provista de vestidos y adornos?. Pues con el mayor disimulo dejará
muchas veces su ropero abierto para que se enteren de ello los que frecuentan
su casa.
Quién se enorgullece de su hogar y de sus bestias; Quién de saber confesarse, de saber orar bien, de presentarse con mayor modestia en el templo. Una madre se enorgullecerá de sus hijos; un labrador, de tener las tierras mejor cultivadas que otros a quienes critica y se envanecerá de su saber.
Un joven petimetre lleva con ostentación una gran cadena en el
chaleco; pero, si se le pregunta que hora es, no puede decirlo porque no tiene
reloj; otro, que lo lleva, a cada momento habla de si es tarde o temprano, para
tener ocasión de lucirlo ante los demás. Si es un jugador, tomará en su mano
todo lo que tiene o hasta lo que pidió prestado, para dar a entender que no le
importa perder unas pesetas. ¡Y cuántos hay que, para asistir a una partida de
placer, tienen que pedir prestado no sólo el dinero sino también el vestido!.
¿Es una persona que entra por primera vez en relaciones con una familia donde no era conocida? En seguida la oiréis dar grandes explicaciones acerca de su abolengo, sus bienes, su talento, y todo cuanto puede contribuir a que formen de ella un elevado concepto. Nada más ridículo, nada más tonto que estar siempre dispuesto a hablar de lo que se ha hecho, de lo que se ha dicho. Oíd a un padre de familia, cuando sus hijos se hallan en estado de poder contraer matrimonio. En cuanto se le ofrece ocasión, habla de esta manera, para que le oiga todo el mundo: «Tengo prestados tantos miles de pesetas, mis tierras rinden tanto»; más pedidle tan sólo un real para los pobres, y os contestara que no tiene nada. Un sastre o una modista habrán acertado en la confección de un traje o un vestido; si se ofrece la ocasión de ver pasar a la persona que lo lleva y alguien alaba el vestido y quiere saber su autor, pronto responden : «¡Mirad bien, es obra mía!». ¿ Por qué hablan?.
Pues para dar a conocer su habilidad. Si no hubiesen acertado, y los
comentarios fuesen desfavorables, se guardarían muy bien de abrir la boca por
temor a la humillación. Y no hablemos de las mujeres en lo concerniente a las
cosas del hogar... Más he de advertiros que este pecado debe ser aún más temido
entre las personas que parecen profesar una gran piedad. He Aquí un ejemplo
(Orígenes... Pastor apostólico, tomo 1, p. 261. (Nota del Santo).).
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