Entonces vi una muchedumbre de espíritus malvados, a quienes el celo del Señor con justo juicio había echado del cielo y a quienes Lucifer llevó consigo a su lugar de castigo. Esta muchedumbre se extendió entre los hombres de la tierra, y aumentó la iniquidad entre los hombres.
La muchedumbre de estos espíritus era y es tan grande que no puede ser contada y nadie lo conoce, excepto Dios. Estos espíritus esparcen múltiples adversidades entre los hombres, de modo que cada uno de ellos, pone asechanzas y emboscadas en función de sus características para atrapar a los hombres. Algunos de ellos proclamaron a grandes voces que Lucifer no debería estar sujeto a nadie como Señor. Muestran al hombre cómo amar los placeres mundanos y los persuaden a anhelarlos y amarlos.
Y aquí vi dos fuegos, uno con una llama pálida y otro con llama roja. El que tenia la llama pálida no tenía ningún gusano, pero el que tenía la llama roja estaba lleno de gusanos, algunos parecían pequeñas serpientes mientras otros tenían morros puntiagudos y colas afiladas, pero todos carecían de patas. Las almas de aquellos que habían pecado con el amor al mundo mientras habían estado en sus cuerpos, estaban siendo castigadas por estos dos fuegos, afligidos tanto por uno como por otro, pero los trituraban sobre todo el ardor del fuego rojo y los mordiscos de los gusanos. Las almas de los que habían sido incesantes en su amor del mundo estaban afligidas sobre todo por el fuego pálido, y las almas de los que se habían entregado completamente a su amor del mundo estaban castigadas por el fuego rojo.
las almas de aquellos que en el deseo por las cosas del mundo asumieron, en su pérfido modo de hacer, dos actitudes hipócritas, de modo que habían elogiado lo que los disgustaba y reprobado lo que les complacía, como si tuvieran que soportar lo que, por otra parte, hacían libremente, estaban atormentados por los gusanos que tenían la forma de serpientes. Las almas de aquellos que habían deleitado con el amor mundano estaban atormentadas por los gusanos que tenían el morro puntiagudo mientras las almas de los que habían pecaron con menor gravedad en su amor al mundo sufrían en el fuego pálido: Aquellos que había pecado más gravemente soportaban el fuego rojo con sus gusanos.
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