Y vi un fuego grande y rojo, circundado por un aire
tan denso que sus llamas no podían encontrar desahogo. En este fuego se
encontraban muchísimos pequeños gusanos ardientes que hacían mucho ruido y
estrépito con su movimiento.
Las almas de los que habían pecado de petulancia
mientras habían estado vivas, se retorcían de tal modo en este fuego amargo que
no podrían apenas respirar. En efecto, el fuego estaba rodeado por un aire tan
denso que no dejaba pasar ni un soplo. Los costados y los pies de estas almas
estaban siendo atormentados por los gusanos. Se abrasaban en este fuego rojo
porque se habían afanado en cultivar la petulancia mientras habían estado
vivos, padecían esta asfixia en él porque imitaron descaradamente los modos
mudables de regiones diferentes. Y como sus costados y sus pies se habían
enroscado tan a menudo en el descaro de sus movimientos por aquí y por allá,
ahora fueron atacados fuertemente por los gusanos mencionados. Y vi y entendí estas cosas.
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