¡Oh, amor infinito de mi Dios, digno de
infinito amor! ¿Cómo pudisteis, Jesús mío, llegar a abatiros tanto que para
morar con los hombres y uniros a sus corazones, os humillasteis hasta ocultaros
bajo las especies de pan? ¡Oh, Verbo humanado!, fuisteis tan extremado en
humillaros, porque extremado fuisteis en amar.
¿Cómo podré no amaros con todo mi ser
sabiendo cuánto habéis hecho por cautivar mi amor?
Os amo muchísimo y por eso antepongo
vuestro beneplácito a todos mis intereses y a todas mis satisfacciones. Mi
contento es contentaros, Jesús mío, Dios mío, amor mío y mi todo. Fomentad en
mí un encendido deseo de estar continuamente delante de Vos sacramentado, y de
recibiros y haceros compañía. Ingrato sería yo si no aceptara convite tan dulce
y suave. ¡Ah Señor!, destruid en mí todo afecto a las cosas creadas.
Vos queréis, Creador mío, ser el único
blanco de todos mis suspiros y de todos mis amores. Os amo, bondad amabilísima
de mi Dios. No os pido más que a Vos mismo. No quiero mi contento; quiero y me
basta el vuestro. Aceptad, Jesús mío, este buen deseo de un pecador que quiere
amaros.
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