fuente de todas las gracias.



Si nos está prometido que alcanzaremos de Dios cuanto le pidamos en nombre de Jesucristo, con mayoría de razón lo alcanzaremos ofreciéndoles al mismo Jesucristo. Este nuestro amoroso Redentor está en el cielo intercediendo continuamente por nosotros , pero, sobre todo, lo hace durante el tiempo de la misa, durante la cual se  

ofrece a sí mismo la Padre por manos del sacerdote para alcanzarnos toda suerte de gracias. Si supiésemos que todos los santos, en unión de la Madre de Dios, ruegan por nosotros, ¿cuál no sería nuestra confianza en los favores celestiales? Pues bien, es cierto que una sola plegaria de Jesucristo puede infinitamente más que todas las de los santos. i Pobres de nosotros pecadores si no existiera este sacrificio, que aplaca al Señor!

«En consideración de este sacrificio, dice el concilio de Trento, calma Dios su ira y, alcanzándonos la gracia de la penitencia, nos perdona los pecados y hasta las mayores iniquidades». En una palabra, así como bastó la pasión de Jesucristo para salvar a todo el mundo, basta también una sola misa para salvarlo, que por esto el sacerdote dice en la oblación del cáliz: «Ofrecemos, Señor, este cáliz de salvación... por nuestra salvación y la del mundo entero».

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