Amabilísima Virgen, San Buenaventura os
llama: Madre de los huérfanos; y San
Efrén: Refugio de los huérfanos.
¡Ay!, estos huérfanos miserables no son sino los pobres pecadores que han
perdido a su Dios. Yo, pues, recurro a Vos, Virgen Santísima. Perdí al Señor,
mi Padre; mas Vos, que sois mi Madre, haréis que le recobre.
En tal desventura, os pido socorro; ayudadme.
Vos... ¿Quedaré sin consuelo?... ¡Ah!, no, que Inocencio III me dice de Vos: ¿Quién la invocó y no fue por Ella
atendido?... Y ¿quién ha orado antes Vos sin que le hayáis escuchado y
favorecido? ¿Quién se ha perdido de los que acuden a Vos? Sólo se pierde el que
a Vos no recurre. Así, pues, Señora mía, si queréis salvarme, haced que siempre
os invoque y que en Vos confíe.
Jaculatoria. María, Santísima Madre mía, haced que confíe en Vos.
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