La infinita bondad de Dios en la redención del hombre Oh Dios que con una sola palabra habrías podido salvar miles de mundos, un suspiro de Jesús habría satisfecho Tu justicia.
Pero Tu, oh Jesús. Te entregaste por nosotros a tan asombrosa pasión únicamente por amor. La justicia de Tu Padre habría sido expiada con un solo suspiro Tuyo y todos Tus anonadamientos son exclusivamente actos de Tu misericordia y Tu amor inconcebible.
Tú, oh Señor, partiendo de esta tierra deseaste quedarte con nosotros y Tú dejaste a Ti Mismo en el Sacramento del Altar y nos abriste de par en par Tu misericordia. No hay miseria que .
Te pueda agotar;
llamaste a todos a esta fuente de amor, a este manantial de piedad divina. Aquí está el trono de Tu misericordia, aquí
el remedio para nuestras enfermedades.
Hacia Ti, oh Fuente viva de Misericordia corren todas las almas: unas
como ciervos, sedientos de Tu amor, otras para lavar la herida de sus pecados;
otras todavía, cansadas de la vida, para tomar fuerzas. Cuando estabas muriendo en la cruz, en aquel
momento nos donaste la vida eterna; al haber permitido abrir Tu sacratísimo
costado nos abriste una inagotable Fuente de Tu Misericordia; nos ofreciste lo
más valioso que tenias, es decir, la Sangre y el agua de Tu Corazón. He aquí la omnipotencia de Tu misericordia,
de ella toda gracia fluye hacia nosotros.
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