santa Hildegarda nos cuenta; la antigua serpiente exhala la niebla más repulsiva de su boca, que cubre la tierra como el más negro de los humos, ya que para rechazar la fe envía numerosas tentaciones que cubren todo el mundo con la oscuridad de su perversidad. Entonces unos rugidos muy fuertes retumban en la niebla, diciendo: “Ninguna persona debería adorar a otro Dios a menos que lo vea y conozca. ¿Por qué debería alguien honrar a quien no conoce?”. Significa que la incredulidad inculca injustas persuasiones en el hombre, sobre que no hay que venerar a Dios sino a los ídolos que ven y conocen. Estas malas persuasiones apartan la razón del hombre del Dios verdadero, que es invisible a la debilidad humana en el resplandor de su Divinidad.
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