No saben la almas amantes hallar mayor
contento que estar en presencia de las personas que aman. Si amamos, pues,
mucho a Jesucristo, estemos aquí en su presencia. Jesús en el Sacramento nos ve
y nos oye, ¿y no le diremos nada?
Consolémonos con su compañía; gocémonos de
su gloria y del amor que le tienen tantas almas enamoradas del Santísimo
Sacramento; deseemos que todos amen a Jesús Sacramentado y le consagren sus
corazones; consagrémosle siquiera nosotros todo nuestro afecto, y sea Él
nuestro único amor, nuestro deseo único.
El P. Salesio, de la Compañía de Jesús,
sentíase consoladísimo sólo al oír hablar del Santísmo Sacramento, y nunca se
saciaba de visitarle; si le llamaban a la portería, si volvía a su aposento, si
andaba por la casa, procuraba siempre con tales ocasiones menudear las visitas
a su amado Señor; y así se notó que apenas pasaba hora del día en que no
visitase, mereciendo en fin morir a manos de los herejes en defensa de la
verdad del Sacramento.
¡Oh, si yo tuviese también la dicha de
morir por tan hermosa causa como es defender la verdad de este misterio, por el
cual, amabilísimo Jesús, nos disteis a conocer el tiernísimo amor que nos
profesabais! Pues ya que Vos, Señor mío, tantos milagros hacéis en este
Sacramento, haced todavía otro prodigio más, atrayéndome del todo a Vos.
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