Permitidme, dulcísima Señora
mía, que os llame con vuestro San Bernardo: Toda
la razón de mi esperanza, y que os diga con San Juan Damasceno: En Vos he puesto toda mi confianza. Vos
me alcanzaréis el perdón de mis pecados, la perseverancia hasta la muerte, y el
ser libertado del Purgatorio. Todos cuantos se salvan obtienen por Vos la
salvación: de suerte que Vos, ¡oh María!, me habéis de salvar . Quien tú quisieres, se salvará. Quered,
pues, salvarme y me salvaré; y como Vos salváis a todos los que os invocan, os
invocaré diciendo:
Jaculatoria. ¡Oh, salvación de los que os invocan, salvadme!
(San Buenaventura).
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