La Virgen le preguntó al ángel: ¿Cómo será
esto, pues no conozco varón? (Lc 1, 34). E ilustrada por el ángel, respondió:
“Hágase en mí según tu palabra”, significando que daba su consentimiento al
ángel, que le había asegurado que debía ser madre sólo por obra del Espíritu
Santo.
Dice san Ambrosio: El que guarda la castidad
es un ángel, el que la pierde es un demonio. Los que son castos se hacen
ángeles. Ya lo dijo el Señor: “Serán como ángeles de Dios” (Mc 21, 30). Pero
los deshonestos se hacen odiosos a Dios como los demonios. Decía san Remigio
que la mayor parte de los adultos se pierden por impuros.
Es rara la victoria sobre este vicio, como
ya vimos al principio, según dijo san Agustín; pero ¿por qué es rara esa
victoria? Porque no se ponen los medios para vencer.
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