María en camino al destierro



Cada uno considere cuánto sufrió María en este viaje. Era grande la distancia hasta Egipto y tuvo que durar muchos días. El camino, escabroso, desconocido y poco frecuentado; el clima, desapacible. María era doncella joven y delicada, no acostumbrada a semejantes viajes. No tenían sirvientes que les atendiesen. Ellos eran sus propios sirvientes, como dice san Pedro Crisólogo: “¡Oh Señor, qué lástima daría ver a tan tierna virgencita llevando en brazos a aquel niño recién nacido que andaba huyendo por el mundo!”

Se pregunta san Buenaventura: ¿Cómo se las arreglaban para comer? ¿Dónde pernoctaban? ¿En qué lugares se hospedaban? ¿De qué otra cosa podían alimentarse sino de lo que llevaba san José o conseguían de limosna? ¿Dónde pernoctarían durante tan largo viaje sino sobre la arena bajo cualquier arbusto, al descubierto y al sereno, por donde merodeaban los ladrones y las fieras? Quien se hubiera encontrado con estos tres personajes, los más ilustres del mundo, ¿por qué los hubiera tomado sino por tres pobres mendigos vagabundos?


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