María alcanza de Dios cuanto pide

  


Dice: “con sus poderosas plegarias”, y ésta es otra reflexión que debe acrecentar nuestra confianza, saber que ella obtiene de Dios cuanto le pide en favor de sus devotos. Considerad –dice san Buenaventura– en esta visita que hizo María a santa Isabel, la gran virtud que tuvieron las palabras de María, porque con su sola voz, se le confirió la gracia del Espíritu Santo, tanto a Isabel como a Juan su hijo, como lo enseña el Evangelio: “Y sucedió que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno y quedó llena del Espíritu Santo” (Lc 1, 41). Dice Teófilo de Alejandría, que Jesús siente gran complacencia en que María le ruegue por nosotros, porque las gracias que nos concede por medio de María, no sólo las considera hechas a nosotros, sino como otorgadas a su propia Madre.

Añade san Buenaventura: Observa qué fuerza tienen las palabras de la Señora, que sólo con pronunciarlas, se concede la gracia del Espíritu Santo. Jesús, como vencido por las súplicas de su Madre, otorga las gracias. Cierto; porque Jesús, como atestigua san Germán, no puede desoír a María en todo lo que pide, obedeciéndola como a Madre verdadera. Por eso, dice el mismo santo, las plegarias de esta Madre, tienen una cierta autoridad para con Jesús, por lo que obtiene el perdón para los pecadores que a ella acuden por muy miserables que sean.

Esto queda muy bien demostrado con lo sucedido en las bodas de Caná.

María pidió al Hijo el vino que faltaba, diciéndole: “No tienen vino”. A lo que Jesús le respondió: “Mujer ¿qué nos va a mí y a ti? Aún no ha llegado mi hora” (Jn 2, 4). Pero, a pesar de no haber llegado la hora de hacer milagros, tan sólo, como dice san Juan Crisóstomo, por obedecer a la Madre, realizó el milagro, que le pedía, convirtiendo el agua en vino. A pesar de la respuesta, hizo caso a los ruegos.


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