lo que vemos todos en los hogares donde hay verdadera piedad

 


lo que vemos todos  en los hogares donde hay verdadera piedad y devoción: los negocios de los que asisten con frecuencia a la santa Misa prosperan mucho más que los de quienes dejan de asistir por falta de fe o por pensar que no van a tener tiempo. ¡Ay! ¡Cuánto más felices seríamos, si depositáramos en Dios toda nuestra confianza y tuviésemos en nada nuestro trabajo!- Pero, me diréis tal- vez, si no tenemos nada, nadie nos da aquello de que carecemos. - Y ¿qué queréis que os dé Dios, si no contáis con Él por nada, confiando solamente en vuestro esfuerzo? Ni tan, sólo procuráis que os quede tiempo para vuestras oraciones de la mañana y de la noche, y os contentáis con asistir a la santa Misa una vez por semana. ¡Ay!, no conocéis los recursos con que la providencia de Dios puede favorecer a los que a ella se entregan. ¿queréis de ello una prueba palpable? Aquí la tenéis delante de vuestros ojos; mirad al que os habla, fijaos en vuestro pastor, y examinad la cosa delante de Dios - ¡Oh!, me diréis, esto es porque hay quien os da. - Mas ¿quién me da, sino la providencia de Dios? En ella y en ninguna otra parte están mis tesoros. ¡Ay!, ¡cuán ciego es el hombre al inquietarse tanto, para no ser otra cosa que un desgraciado en esta vida y condenarse después! Si acertaseis a pensar con seriedad en vuestra salvación y procuraseis asistir siempre que posible os fuese a la santa Misa, muy pronto veríais confirmado lo que os digo.

No hay momento tan precioso para pedir a Dios nuestra conversión como el de la santa Misa; ahora vais a verlo. Un santa ermitaño llamado Pablo vió a un joven muy bien vestido, entrar en una iglesia acompañado de gran número de demonios; pero, terminada la santa Misa, lo vió salir acompañado de una multitud de ángeles que marchaban a sulado. ¡Oh, Dios mío!, exclamó el Santo, cuán agradable os debe ser la santa Misa!» Nos dice el Santo Concilio de Trento que la Misa aplaca la cólera de Dios, convierte al pecador, alegra al cielo, alivia las almas del purgatorio, da gloria a bendiciones (Ses. XXIII y XXII.). ¡Oh!, si llegásemos a comprender la que es el santo sacrificio de la Misa, ¿con qué respeto no asistiríamos a ella ?...

El santo abad Nilo nos refiere que su maestro San Juan Crisóstomo le dijo un día confidencialmente que, durante la santa Misa, veía a una multitud de ángeles bajando del cielo para adorar a Jesús sobre el altar, mientras muchos de ellos recorrían la iglesia para inspirar a los fieles el respeto y amor que debemos sentir a Jesucristo presente sobre el altar. ¡Momento precioso, momento feliz para nosotras, aquel en que Jesús está presente sobre nuestros altares! ¡Ay!, si los padres v las madres comprendiesen bien esto y supiesen aprovechar de esta doctrina, sus hijos no serían tan miserables, ni se alejarían tanto de los caminos que al cielo conducen. ¡Dios mío, cuántos pobres junto a un tan gran tesoro!

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