«Por ti ha nacido el Salvador.

 


 Dijo un anciano: «Por ti ha nacido el Salvador. Por ti, para que te salvases vivió el Hijo de Dios, se hizo hombre permaneciendo Dios, se hizo niño, se hizo lector y tomando el libro leyó en la sinagoga: "El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva" (Lc 4,18). Se hizo subdiácono, pues "haciendo un látigo con cuerdas echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes" (Jn 2,15). Se hizo diácono, "tomando una toalla se la ciñó. Luego echó agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos" (Jn 13,45). Se hizo presbítero y se sentó en medio de los maestros enseñándoles. Se hizo obispo, "tomó pan y pronunciada la bendición, lo partió y dándoselo a sus discípulos..." (Mr 26,26). Por ti fue flagelado, crucificado y murió y resucitó al tercer día y subió al cielo. Por ti sufrió toda clase de dolores y todo lo hizo bien para salvarte, y tú ¿no toleras el sufrir nada por El? Seamos sobrios, vigilantes, oremos y hagamos su voluntad para que nos salvemos. ¿No fue vendido José a Egipto, tierra extranjera? ¿No condenaron a muerte a los tres jóvenes en Babilonia? Sin embargo, Dios los protegió, los acogió y los glorificó, porque le temían. El que entrega su alma a Dios, ya no tiene voluntad propia, sino espera los deseos de Dios y ya no sufre. Pero si quieres hacer tu voluntad, y no colaboras con Dios, te cansarás mucho». 

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