A los ojos
Dulcísimo Jesús, te pido, por las lágrimas que derramaste, que canceles los pecados que he cometido por la intemperancia de mi vista, a fin de que, terminado el curso de mi vida , pueda ver la belleza de tu rostro, que constituye el paraíso de mis miradas.
A los oídos
Dulcísimo Jesús mío, te pido, por la celestial pureza de tu oído, que laves la impureza del mío, a fin de que en la hora de la muerte no tema oír de tu boca una sentencia condenatoria y pueda presentarme con alegría ante tu trono para recibir el premio y escuchar las dulces palabras: Vengan benditos de mi Padre, hereden el Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo .
A la nariz
Dulcísimo Jesús mío, te pido, por el suave perfume detus virtudes y la paciencia con que soportaste la fetidez del Calvario a fin de librarme de la del infierno, que perdones los pecados que he cometido con mi delicadeza y con los gastos superfluos hechos para satisfacer mi olfato, a fin de que, en la hora de mi muerte, nada me impida decirte: Atráeme hacia ti. Suave es el olor de tus perfumes .
A la boca
Dulcísimo Jesús mío, te pido, por la fuerza de las santaspalabras salidas de tus labios, que perdones la intemperancia de los míos y la incontinencia de mi lengua, a fin de que –al salir de este destierro– pueda yo entrar alegremente en el templo de tu gloria y cantar eternamente tus alabanzas.
A las manos
Dulcísimo Jesús mío, te pido, por las sagradas llagasde tus manos, que anules todos los desórdenes que he cometido por las mías, a fin de que después de mi muerte pueda abrazarme estrechamente y unirme contigo para siempre.
A los pies
Dulcísimo Jesús mío, te pido, por las sagradas llagas de tus pies, que me perdones todos los pasos que he dado por los senderos de la iniquidad, a fin de que mi alma, liberada del peso de este cuerpo mortal, alce el vuelo hacia ti, que eres centro y lugar de su descanso.
A los riñones
Dulcísimo Jesús mío, te pido, por la dulce llaga de tu corazón, por la inocencia de tu vida santísima, que perdones los vergonzosos excesos de mi concupiscencia. Lávame, te ruego, en tu sangre, en la que pongo mi esperanza. Aplícame los méritos del agua que brotó de tu sagrado costado para lavar las manchas de mi cuerpo y de mi alma, a fin de que, plenamente purificado, pueda salir de esta miserable esclavitud y encontrarme feliz en ti, que eres el verdadero paraíso de eternas delicias. ¡Oh Dios, crea en mi un corazón puro, lava del todo mi delito, limpia mi pecado .
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