LAS ÚLTIMAS SIETE PALABRAS DE JESUCRISTO

 


La primera: Padre, perdónalos, que no saben lo que se hacen

Oración. ¡Oh Jesús, que has orado por tus enemigos, mientras te crucificaban!, perdona mis culpas, como yo perdono de corazón a todos los que me han ofendido.

La segunda: Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso7.

Oración. ¡Oh Jesús, que prometiste el paraíso al buen ladrón arrepentido!, te conjuro por tu infinita bondad, que te acuerdes de mí en la hora de mi muerte y me concedas la verdadera contrición de mis pecados.

La tercera. Mujer, ese es tu hijo. Esa es tu madre .

Oración. ¡Oh Jesús, que al morir has demostrado la ternura de tu corazón hacia tu Madre y le has encomendado todos tus discípulos en la persona de San Juan! Te ruego que me coloques bajo su protección y me des un corazón de hijo para honrarla.

¡Oh María, recuerda que tu hijo crucificado te encomendó mi alma. Muéstrale que eres una Madre buena y que te interesas por mí: «Mostra te esse matrem» .

La cuarta. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Oración. ¡ Oh Jesús, que en un exceso de amor has querido sufrir el abandono del Padre por temor a abandonar a los pecadores!, no me dejes solo, te lo ruego, en la hora de mi muerte, cuando todos me abandonen. ¡Tú eres mi único refugio! Escóndeme en tus llagas y haz que encuentre en ellas mi consuelo y salvación.

La quinta: Tengo sed .

Oración. ¡Oh Jesús, que has querido probar la hiel y el vinagre a causa de la ardiente sed que sentías por la gloria del Padre y mi perfección!, te pido que repares todas mi frialdades pasadas y enciendas en mi corazón un vivo deseo de servirte y glorificarte eternamente. Amén.

La sexta. Queda terminado .

Oración. ¡Oh Jesús, que te has hecho en todo obediente a la voluntad del Padre y has consumado con tu muerte la obra de nuestra redención!, concédeme cumplir y realizar perfectamente, antes de mi muerte, todos tus designios sobre mí para tu gloria y mi mayor bien.

La séptima. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu .

Oración. ¡Oh Jesús, que antes de morir encomendaste tu espíritu a manos del Padre!, te pido que recibas el mío en los brazos de tu misericordia al exhalar mi último suspiro. Escóndele en el tabernáculo de tu amoroso corazón en este momento terrible en que se halla en peligro de caer al abismo. Guárdalo en ese divino santuario contra todos los esfuerzos de mis enemigos. Haz resplandecer sobre mí las maravillas de tu gracia, tú que con brazo omnipotente salvas a cuantos esperan en ti. Guárdame como a la niña de tus ojos –de cuantos te resisten e intentan trastrocar tus designios de salvación–. A la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me asaltan .


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