Esta consagración, vivida con fidelidad, produce en el alma frutos innumerables . El principal de los cuales es hacer que María viva de tal modo en ti que ya no vivas tú, sino María en ti (ver Gál 2,20), que el alma de María –por decirlo así– venga a ser tu propia alma.
Cuando María, por una gracia inefable, pero real, reina en tu corazón, ¡qué maravillas no realiza allí! Obra portentos especialmente en el corazón; trabaja secretamente en el corazón, sin que te des cuenta siquiera. Que, si lo advirtieras, echarías a perder tanta belleza...
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