En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Salvador mío amabilísimo, al sentirme cercano a la muerte, pero hallándome aún, por gracia tuya, en plena posesión de mis facultades, protesto, ante tu divina Majestad y en presencia de mi ángel de la guarda, que quiero morir en la fe y sentimientos de la Iglesia católica, apostólica y romana, en la que murieron todos los santos y amigos tuyos.
1. Dios mío, creo firmemente cuanto nos has revelado y rechazo desde ahora todas las tentaciones contra la fe y la esperanza que puedan llegarme por malicia del demonio o debilidad de mi espíritu.
2. Acepto la muerte por tu amor desde este momento, no tanto para ser liberado de las miserias de la vida y gozar más pronto de la gloria cuanto para cumplir fielmente tu voluntad.
3. Me someto a cuanto quieras hacerme padecer en el cuerpo y en el alma y te ofrezco mis dolores en unión de tu santísima agonía para satisfacer a tu justicia y reparar las culpas que he cometido contra tu gloria.
4. Renuncio desde ahora al mundo, a la carne, a la vida presente, al uso de los sentidos, a la compañía de los vivos y a todos los deleites de la naturaleza, porque así lo quieres tú y merezco ser privado de todo ello.
5. Dulcísimo y misericordiosísimo Señor, espero de tu bondad el perdón de mis culpas, porque tu clemencia supera infinitamente la grandeza de mis pecados. Dios mío, pongo toda mi confianza en el abismo de tus misericordias y en los méritos de tu muerte, fuente de todas las bendiciones celestes y espero el perdón, que tú imploraste con lágrimas de sangre y la gracia de permanecer en tu amor hasta la muerte. A ti, Señor, me acojo, no quede yo derrotado para siempre .
6. Dios mío, mi supremo bien y último fin, que me hasmandado amarte: declaro en tu divina presencia que quiero obedecer esta orden con todo mi corazón y deseo vivamente que mi alma sea purificada y liberada de cualquier otro amor. Renuncio con todas mis fuerzas a cualquier otro interés. Sólo quiero ocuparme de ti, mi Dios y mi Todo, en el tiempo y en la eternidad. ¡Que yo sea todo tuyo y todo para ti, como lo eres tú para mí! ¡Cuánto siento el haberte amado tan tarde y tan poco! “¡Tarde te he amado, oh belleza tan antigua: tarde te he amado!”
41 7. ¡Oh dicha, luz y vida mía!, te deseo de todo corazón. Anhelo indeciblemente estar cerca de ti para amarte y glorificarte con toda la pureza y perfección posibles. Por ello te suplico, Dios de mi corazón, que libres mi alma de la prisión de mi cuerpo. Rompe, te pido, los lazos que la aprisionan y dale la libertad de tus hijos, a fin de que ella te cante por la eternidad himnos de bendición en la patria de los vivos, porque sólo en ella y no en la de los moribundos podré alabarte y amarte perfectamente. Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida . Sólo allí podré, Dios mío, agradarte sin desagrado; contemplarte sin oscuridad, amarte sin inconstancia y servirte sin defectos. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo . ¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos! . Al despertar me saciaré de tu semblante . Hasta entonces, ¡oh Señor!, no tendré paz, mi corazón no dejará de latir y seguirá languideciendo de amor. Creaste para ti mi corazón, que seguirá inquieto hasta descansar plenamente en ti .
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